La comprensión y las emociones de una persona pueden verse moldeadas por los discursos de odio, que a su vez pueden propagar sentimientos de miedo, desconfianza u odio hacia grupos específicos. A medida que la intolerancia gana aceptación, tiene el poder de influir en la opinión pública y en el comportamiento. Esto puede considerarse especialmente cierto entre las generaciones más jóvenes, ya que aún están desarrollando su sentido de la identidad y aprendiendo a comunicarse. Por ejemplo, algunos participantes en la investigación sobre cómo la gente joven percibe los gritos de violencia contra las mujeres durante los partidos de fútbol consideraron que el lenguaje violento era aceptable porque era frecuente en ese entorno.